En todos los pueblos
hay un tonto, bueno, antes lo había; de esos que “emitían” una risa gutural
delante de las mujeres. Le llamábamos Pepón, lo recuerdo con los pantalones caídos,
levantándole el vestido a una mujerona que, inclinada, recogía setas en el bosque, ¿o eran moras?;
qué más da. Tres o cuatro empujones y se escondió igual de rápido.
Ella, al girarse, se
topó conmigo.
–No fui yo –dije
temblando, –vengo de la escuela.
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