Doña Quimera Figurado De Lirio, famosa por su
tentador cuerpo inexistente, procedía de las aparentes dinastías de los
Figurado y de los De Lirio. Se crió en un mundo irreal, desarrollando una
figura que era una ilusión y un atractivo que parecía un sueño. Era tanta la
belleza de aquel ser etéreo y tan prometedora, que don Propio Hacedero Verismo,
extranjero en aquel mundo, quedó irremediablemente prendado. Tampoco doña Quimera pudo resistirse al prometedor realismo del extraño y atrevido forastero.
En esas circunstancias: el amor crece hasta
quedar ciego, y creció; la atracción atrae hasta fundir la dualidad en unidad,
y atrajo; el deseo se convierte en irrefrenable, y se convirtió. La suma de
tales fuerzas sólo encuentra un lugar donde detenerse, y no es otro que el
altar, pese a quien pese. Y pesaba. Tanto, que ni la familia de don Propio ni la
de doña Quimera aceptaban bajo ningún concepto semejante casamiento. Pero la
terquedad de los enamorados era tan ilimitada como la existencia y la no existencia
juntas.
La intensidad del conflicto superó el ámbito
familiar e involucró a los dos mundos por igual. Las diferencias habían
deteriorado de tal manera las relaciones, que la diplomacia era incapaz de encontrarle
una solución al enredo familiar. Los servicios de inteligencia se acusaban
mutuamente: unos, que la irrealidad y la locura habían permitido un idilio
imposible ante la incapacidad de controlar el infinito; otros, que la realidad
y la inflexibilidad intentaba encerrar en su espacio limitado un mundo que no
le pertenecía.
Ambos mundos eran incapaces de entenderse y el
conflicto que habían provocado doña Quimera y don Propio no disminuía; es más, amenazaba con fundirlos entre sí, donde la realidad y la irrealidad fuesen las
dos con la misma intensidad. Cada cual necesitaba de su propia identidad, bien
por la necesidad que uno de ellos tenía de sí mismo y de comprenderse o para
que el otro, pudiendo o no entenderse, no se necesitase para ello.
Después del frustrado intento por detener el
casamiento y ante la amenaza que suponía el posible fruto de la unión, las dos
partes optaron por negociar una postura de mutua conveniencia. Necesitaban
evitar aquella alianza, la capacidad de reproducir hijos imprevisibles e
incontrolables de manera indefinida representaba un peligro imposible de
asumir.
Para ello decidieron crear de sí mismos un
mundo a donde mandar a los desposados. A semejante creación le fueron impuestas
una serie de condiciones entre las cuales destacaban dos por ser indispensables
para existir como tal: la primera, fue que en ese mundo podrían participar sus
dos creadores; y la segunda, que dicho mundo nunca tuviese la capacidad de
invadir por sí solo a ninguno de sus creadores. Formalidades que les
garantizasen sus propios espacios ante la amenaza de un crecimiento ajeno e
ilimitado.
Se puede decir que a doña Quimera y don Propio
les regalaron un mundo el día de su boda. Lo llamaron Andrómina y en él
tuvieron tantos hijos que la razón no permite conocerlos, ni entenderlos a
todos.
© XoseAntón
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