martes, 26 de noviembre de 2013

¿Tiene fuego?


Regresó antes de tiempo y encontró a su mujer en la cama con otro, con su mejor amigo. Él, que se había anotado a un gimnasio para ligar, para cumplir una fantasía, se dio de bruces con los cuernos; los suyos.

¿Los mataba, montaba un escándalo? ¿Para qué?, si la realidad se empeñaba en demostrarle que era él quien estaba fuera de juego. A su alrededor la luz se achicaba, las paredes de la casa encogían; ¡aire!, le faltaba el aire.

Aguardó en la cocina, sin atreverse a interrumpirlos. No hizo falta, al momento se presentó ella a su lado como si no hubiese pasado nada, mientras su amigo se iba sin despedirse. Descubrió que no era los cuernos lo que dolía, sino la soledad. Demasiado tiempo, demasiadas inversiones; un coste muy alto para darse cuenta de que estaba solo, de que siempre había estado solo.

Salió a la calle, necesitaba encontrarse consigo, contemplarse entre una marabunta enloquecida que, quizá, persiguiese lo mismo.

–¿Tiene fuego? –un rostro amable, optimista a pesar del tabaco, le sonreía.


Un rayo de luz se coló por entre los nubarrones; sin duda, oculto, pero el sol continuaba en lo alto.

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