—Te quiero.
El sol recorre el cielo.
Abajo, igual: luces y sombras. El perro descansa al abrigo del porche y al olor
de su dueño; el gato, más alejado, da vueltas y brincos detrás de su rabo. Callan
los pájaros a la hora de la siesta y chirrían las maderas del piso y de la
mecedora con el balanceo. Va y viene, acunado por el vaivén, y antes de que el
sopor lo atrape, apura el <<te quiero>>. No desea amar sólo en
sueños.
—¿Me
oyes?, te quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.