viernes, 28 de febrero de 2014

Marino Loco


Le llamaban el marino loco. Se ganó el apelativo porque subía al palo mayor y, desde allí, arrojaba euros apuntando a introducirlos por la entrada de la bodega. Cuando acertaba, las monedas retumbaban como cantos de sirena en el interior del barco.
–¿Qué haces? –era el primer grito de quienes no lo conocían.
–Estoy intentando reunir a gentes que amen lo suficientemente el dinero como para embarcarse rumbo a la isla de las mujeres pájaro.